Pasaron cuatro décadas desde la primera llamada hecha con un teléfono móvil. En esos años, pasó de ser un instrumento para hablar a una herramienta multifunción que permite realizar un sinfín de tareas cotidianas
Una de las primeras imágenes que quizás evoquen las cuatro décadas del celular es la de un teléfono voluminoso con muchos botones y una antena prominente: el recuerdo de un dispositivo arcaico que junta polvo en la mente al lado de una videograbadora y un reproductor de cassettes.
Los celulares debieron atravesar una metamorfosis de 40 años hasta convertirse en los equipos con los que estamos familiarizados hoy. Fueron perdiendo centímetros, gramos, botones y antenas para convertirse en equipos delgados y livianos, en muchos casos consistentes únicamente de una pantalla.
Más aún, de la mano de la metamorfosis formal vino un cambio mayor: cambiaron radicalmente también a nivel funcional, al incluir más y más funcionalidades, y en esa transformación modificaron profundamente nuestros hábitos y costumbres.
"No ocupes el teléfono que estoy esperando un llamado"
El mandato era un clásico hasta hace poco más de una década, en un momento en que el teléfono de línea centralizaba las comunicaciones. La solicitud, más o menos amable de parte de hermanos, padres o parejas, era una sentencia al silencio.
Entonces, no quedaba más que esperar pacientemente a que ese llamado entrara para poder retomar la posesión del aparato y así poder hablar con la mejor amiga sobre el posible atuendo para la fiesta del sábado o discutir con el novio la salida el próximo fin de semana.
El celular abrió una nueva vía de comunicación, al principio secundaria y cada vez más central, en la vida de los usuarios que fue desplazando al teléfono fijo como medio fundamental para ponerse en contacto con los demás. A la vez, liberó a los usuarios de la obligación de permanecer atados a un lugar fijo para hacer o recibir un llamado y les dio la posibilidad de comunicarse en todo momento y lugar, sin cables de por medio.
Más aún, terminó con una serie de problemas que ahora resultan arcaicos: atrás quedaron los días de permanecer en casa esperando un llamado importante o el preguntarse a dónde estará esa persona con la que debíamos encontrarnos hace más de media hora: basta meter la mano en el bolsillo o la cartera para sacarse la duda.
La palabra escrita vs. la palabra oral
La llegada del celular encarnó la apertura de una nueva vía comunicativa; sin embargo, el teléfono móvil no inauguró uno sino dos canales de comunicación, ya que abrió las puertas a la revolución del SMS o mensaje de texto a partir de los años 90.
"Llego en 20'", "Comprá pan", "¡Aprobé!": aquellas informaciones cortas, de carácter sobre todo operativo, abandonaron la voz para trasladarse al texto. Con el correr del tiempo, el SMS fue cobrando protagonismo y muchas de las llamadas se fueron reemplazando por el más conciso y barato mensaje de texto.
El SMS se convirtió pronto en un auge y fue el canal privilegiado de comunicación especialmente entre los adolescentes. Sin embargo, del mismo modo en que el teléfono fijo fue perdiendo relevancia, el SMS comenzó su inevitable declive con la llegada del 3G y los servicios de mensajería instantánea.
El primer comercial del iPhone
Internet desembarca en el celular
Ya entrado el siglo XXI, internet comenzó a expandirse de forma imparable y fue cuestión de tiempo para que llegara a los celulares, que iniciaron su evolución hacia los smartphones. Así, se extendieron una vez más las posibilidades de comunicación: la casilla de mail también llegó al celular, despegando a los usuarios de la necesidad de correr a una PC en caso de caer en la cuenta de que no mandaron ese mail laboral crucial que deberían haber enviado hace horas.
Pero el correo electrónico no fue el único canal que se abrió con la llegada de internet al teléfono. Lejos de eso, fueron apareciendo varios servicios de mensajería instantánea, como WhatsApp o Viber, entre muchos otros, que recortaron terreno a los llamados y SMS.
Facebook y Twitter, junto con otras plataformas sociales como Foursquare oInstagram, también encontraron su lugar en los dispositivos y conectaron al usuario con millones de otras personas en cuestión de segundos al darle la posibilidad de comentar, tuitear o hacer check-in a gusto mientras hace la cola del súper o el colectivo intenta atravesar un embotellamiento de tránsito.
Una app para cada cosa
La tecnología siguió avanzando e hizo de los teléfonos dispositivos cada vez más inteligentes. La función más básica del teléfono, la de realizar llamados, comenzó a verse opacada por la infinidad de tareas que en la actualidad pueden hacerse desde el smartphone y que exceden lo meramente comunicativo.
El teléfono rápidamente se convirtió en una central de tareas: levantarse a determinada hora, hacer la lista del supermercado y no olvidar el cumpleaños del pariente al que no vemos muy seguido, todo con su propio ringtone, fue convirtiéndose en dominio del celular. Inclusive, ya no fue necesario recordar decenas de números telefónicos, ya que todos los contactos pasaron a formar parte de la agenda del celular.
Esas funcionalidades hoy consideradas más o menos básicas se fueron ampliando a partir del desarrollo de las aplicaciones para cada plataforma de smartphone. Las apps hicieron que el teléfono pudiera asumir nuevas identidades según las necesidades de sus usuarios: una herramienta para aprender idiomas, un libro de recetas de cocina, una isla de edición de foto y video, un anotador, un instrumento para bajar de peso o dejar de fumar, una linterna, entre muchísimas otras.
Así, por ejemplo, con Google Maps ya fue cada vez más difícil doblar en la esquina equivocada y perderse y gracias a los a veces imposibles niveles del Candy Crush Saga fue posible matar esos largos minutos perdidos esperando el turno en el dentista.
Usuario, fotógrafo y reportero
Otra de las novedades que incorporaron los teléfonos móviles fue la cámara. A medida que los avances tecnológicos fueron permitiendo mejor resolución y calidad, los dueños de smartphones se convirtieron en fotógrafos minuciosos de su propia vida, al tener la posibilidad de documentar los instantes fugaces de la realidad que quisieran y compartirlos de forma instantánea mediante redes sociales, mensaje o mail.
El momento en que el mejor amigo da el "sí, quiero", un gato haciendo monerías o el sol que se esconde detrás de los edificios de la ciudad: todos esos instantes de la vida diaria pueden ser almacenados en el teléfono, para que este guarde lo que quizás la mente del usuario condenaría al olvido de otra forma.
Más aún, la era de la fotografía (y video) móvil que se inauguró con los smartphones hizo a los usuarios testigos de acontecimientos de una realidad de la que es parte al tiempo que lo excede y les dio un lugar como corresponsales casuales de hechos. Inundaciones, asunciones de Papas y presidentes, revueltas, manifestaciones: el ojo del celular todo lo puede captar y retener.
El DynaTac 8000x, el primer celular que Motorola anunció en 1973 y salió a la venta diez años después, pesaba 800 gramos y sus medidas eran 330 x 45 x 89 milímetros. Hoy, en alrededor de 140 gramos y un grosor que oscila entre 7 y 9 milímetros, los smartphones centralizan, y facilitan, decenas de tareas que los usuarios realizan a diario. Solo resta por descubrir en qué formas los próximos teléfonos móviles impactarán en la vida de los usuarios durante los próximos cuarenta años.
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