Las reformas son resistidas, la oscuridad reina si cerramos los ojos ante la luz. Los intereses mezquinos se aferran a sus privilegios con sus crueles mundanos tentáculos de egoísmo.
No son cambios superfluos o caprichosos, son los vientos de la evolución que soplan fuerte desde el Vaticano mismo, desde que Francisco se instaló en Roma con su bagaje de arrabal y humildad.
Los dogmas son importantes preceptos que orientan la conducta de los hombres. Pero por sobre los dogmas brilla la compasión cual una estrella divina que trasmuta el sentir de los hombres de buena voluntad.
La compasión es milagrosa en sí misma, es la fuerza diamantina que comparte gustoso y con AMOR la pesada carga de angustia y dolor de nuestros semejantes. Juntos empujan el carro de la humanidad colina arriba para estar más cerca de DIOS.
Si existe una elite debe de ser la del servicio incondicional hacia todos los seres, los que colaboran con el plan divino.
Los “Maestros de la ley” se aferran a su piedra de la ley olvidando el hálito divino que lo inspiró.
El Santo padre parece estar inspirado en la dulzura celestial de San Francisco de Asís y en la inquebrantable voluntad de servicio de la Madre Teresa de Calcuta.
Sabemos que lo que viene es bueno toda vez que apreciamos una multitud acercarse a los púlpitos de la iglesia y ver que el perdón es tan necesario como cotidiano.
Sumemos nuestro grano de arena sin temor ni egoísmo. Pensemos en un DIOS que es infinito AMOR y COMPASIÓN de esta manera nuestro corazón encontrará la tan anhelada PAZ que buscamos.
Máximo Luppino
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