Según las informaciones periodísticas que nos hablan de las actividades llevadas a cabo por Jaime Stiuso, de ser ciertas, harían palidecer al mismísimo cinematográfico James Bond 007.
Si los agentes “secretos” ejercen una actividad discreta para recabar información y cuidar al pueblo junto a los sagrados interese de la Nación ante el crimen organizado y/o ataques extranjeros, debemos decir a la luz de los hechos: “han fracasado con todo éxito”…
También debemos afirmar que dado la complejidad de los intereses mundiales y el terrorismo internacional, es imperioso poseer una central de inteligencia que cumpla con su deber en el más alto sentido del término. NO un grupo de personas que “escuchan” privadas conversaciones de empresarios, políticos y famosos para extorsionar de puertas adentro a sus conciudadanos. Parece que debemos cuidarnos más de los servicios nacionales que de los delincuentes propiamente dichos.
Las juveniles fantasías nos forjaban la idea de que un agente secreto era casi un superhéroe, no los despiadados y sanguinarios individuos que parecen ser.
Hoy, casi todo el poder político critica rotundamente a Jaime Stiuso (si este es su verdadero nombre) luego de que durante décadas se valieran de su “leal servicio” ¿En qué quedamos? ¡Parece que “el árbol orina al perro”!
Entre el “cono del silencio del súper agente 86” las balas que jamás se agotan del 007 y doblan en la esquina, la sagacidad deductiva del inspector Clouseau, aparece Jaime Stiuso con más de 250 celulares a su nombre y capacidad para “declarar en secreto” ante una fiscal de la Nación, realmente no sabemos dónde está la realidad y dónde la ficción.
Fondos reservados, es decir capacidad de gastar sin rendir cuentas, es el paraíso de los corruptos, el sueño dorado del ladrón, y el de algún vicepresidente…
Entre antifaces e identidades encubierto, pasaportes truchos y un Stiuso, que aún devaluado tiene más poder que gobernadores y diputados nacionales, vivimos en el CAMBALACHE del inmortal Discépolo.
Esperemos que la nueva AFI (Agencia Federal de Inteligencia) no sea un mero cosmético político, un “chupetín de madera” para la muchachada, algo así como: “Cambiarle el collar al perro”…
Máximo Luppino.
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