Por Jesús Cariglino
Y un 18 de febrero el país se puso de pie, caminó debajo de una lluvia torrencial, en medio de respetuoso silencio que era un grito de rebeldía que cruzaba la República.
Yo caminé entre ellos y todavía me dura la enorme emoción de ver tanta gente con las mismas consignas: justicia, respeto a las instituciones, basta de atropello, en definitiva, paz dentro de un país normal. Argentina estaba otra vez de pie.
Llegaban de todos lados, tuve oportunidad de hablar con muchos de ellos, los había de Mar del Plata, de Olavarría y de los lugares más recónditos de nuestra provincia de Buenos Aires.
No hubo un gesto violento, una mirada distinta, solo aplausos, el himno y un canto que se hizo reto y me hizo recordar al final de la dictadura cuando la gente en un tono muy calmado recitaba “no tenemos miedo, no tenemos miedo”.
La Argentina se puso de pie, marchó, acompañó a la familia Nisman, fundamentalmente a las hijas del fiscal, a las que nadie les devolverá a su padre pero que desde hoy saben que su muerte no va a ser olvidada fácilmente: todos vamos a insistir para que quede claro que pasó.
Sé de marchas en todo el país, sé que en mi querida Malvinas Argentinas la gente se reunió bajo la lluvia y marchó. Cuando el pueblo decide algo, no hay nada que pueda detenerlo, ni la lluvia, ni las bravuconadas, ni las amenazas, nada.
Mañana nuestro país amanecerá distinto, seguramente. Todos sabremos que fuimos partícipes de un hito en nuestra importante historia y tendremos claro que, como decía el poeta, “la Patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie”.
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