La permanente descalificación que desde el Ejecutivo se le formula al Poder Judicial se profundizó a partir de la marcha del 18F.
Hoy la Presidente de la Nación ya no tiene ningún inconveniente en aseverar que los jueces y fiscales que participaron de la marcha, o los que llevan adelante procesos que la involucran a ella o a miembros de su gobierno, familiares o amigos, han desviado su eje, y se han erigido en un nuevo partido político, el Partido Judicial, cuya finalidad sería la de formar parte y participar de un supuesto “golpe blando”.
Más allá de la infortunada manifestación, tanto en su concepción como en su oportunidad, -en el contexto de un homenaje a un fiscal de la Nación muerto sirviendo al país-, lo cierto es que tal descalificación de la labor y ética judicial constituye una afrenta mayor no solo hacia los jueces y fiscales, sino para con la República misma.
De un tiempo a esta parte, los argentinos nos hemos habituado a observar como, desde el gobierno, se ha ido despreciando y manipulando la división de poderes que es la base toda democracia seria. A nadie se le escapa que el Congreso de la Nación, en la actualidad, no es un control o un poder independiente del Ejecutivo, sino todo lo contrario. Las mayorías que ostenta y ejerce el Ejecutivo en el seno del Legislativo, ciertamente, desvirtúan la esencia y naturaleza misma de la labor parlamentaria.
Con el Poder Judicial se intentó lo mismo. Someterlo a la supremacía del Ejecutivo y de sus intereses. Baste con recordar el ensayo frustrado de lo que se denominó “democratización del Poder Judicial”, o lo vivido alrededor de Justicia Legítima y la designación de jueces subrogantes y fiscales militantes.
Si no existe el contrapeso de los tres poderes, no es posible vivir en democracia ni en una República. Sincerémonos de una vez. El gobierno no quiere que exista división ni contrapeso. Exige la suma del poder público; quiere control total e impunidad. De ahí que se sienta despechado cuando se lo contradice o se lo investiga. Lo que debiera ser la regla, para el gobierno es una afrenta que no resiste ni admite. Inmediatamente viene la reacción: cadena nacional, descalificación y confrontación.
Va a resultar muy difícil para los integrantes del Poder Judicial no caer en las provocaciones del Ejecutivo. Pero confío en su templanza. Han demostrado mesura al homenajear en silencio al colega caído en el cumplimiento del deber, y valentía y respeto a la investidura y a la función, al seguir adelante sin amedrentarse en la prosecución de las causas que “molestan” al gobierno. Hoy más que nunca jueces y fiscales se han convertido en la reserva ética y moral que la República requiere. Tanta agresión sufrida no ha hecho más que fortalecerlos y hacerles tomar real dimensión de la hora que les toca vivir y asumir.
Como advertí hace ya mucho tiempo, es la hora de los Jueces. Estemos a la altura, y sepamos acompañarlos…
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