Hermano, te recuerdo fuerte y poderoso, admirado, respetado. Tenerte en las manos daba una sensación de poder, de libertad. Eras el pan seguro para la mesa del laburante. Te entregábamos en la caja del “súper” luego de que hacías temblar las góndolas. Te llevaban casi con orgullo en bolsillos buenos de la gente de trabajo, que te había ganado en buena ley.
Pero, si parece ayer, cuando solito te bancabas un morfi de los mejores. Los jóvenes soñaban co...n tenerte, eras reaseguro de una noche soñada.
Hoy, te veo tan triste y menospreciado. Para que te respeten tenés que aparecer en patota, de a muchos, casi en malón, en multitud. Hoy te veo solitario y una lágrima que recuerda tus tiempos fuertes rueda lenta y pesada por un rostro anonadado: ¿Qué te hizo Kicillof?, con qué cruel saña te ninguneó, te desvalorizó con inusitada violencia…
Hermano, quiero que sepas que te vamos a recordar en aquellos, tus años mozos, cuando te bancabas lo que fuera. Créeme que extrañamos aquellos días lozanos. Por más que dinero sólo sos, detrás de tu valor muchos anhelos y desvelos se concretan o mueren, sos moneda de cambio de una sociedad mejor que te quiere por lo que representás.
Por las calles solitarias del recuerdo caminamos murmurando, evocándote a vos, sí, a vos: ¡AQUEL BILETE DE 100!...
Máximo Luppino
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