(La conspiración que empezó en Bella Vista)
Por Alfredo Sayus
Hoy se cumplen 60 años del criminal bombardeo que la aviación naval argentina llevó a cabo el jueves 16 de junio de 1955, con el objetivo de matar a Perón y tomar el gobierno, dejando el luctuoso saldo de 364 muertos y cerca de 800 heridos.
Aunque el hecho pasó a la historia como el bombardeo a la Plaza de Mayo, en realidad, los 22 aviones North American AT6, los 5 Beecheraft AT 11, los 4 Gloster Meteor y los 3 anfibios Catalina C-47, arrojaron sus bombas sobre la Casa Rosada, las avenidas Paseo Colón y De Mayo, el Congreso Nacional, la residencia presidencial (hoy sede de la Biblioteca Nacional), el hotel Mayo y las adyacencias de todos estos lugares. En la plaza sólo impactó una bomba que no llegó a explotar.
Las reuniones conspirativas de este criminal sucesos habían comenzado 6 meses antes en una quinta de la ciudad de Bella Vista perteneciente a Raúl Lamuraglia, empresario textil, avícola y agrícola-ganadero, quien ocupaba el cargo de presidente de la Unión Industrial Argentina cuando Perón llegó por primera vez al poder en 1946.
Desde su quinta, Lamuraglia desplegó una intensa actividad opositora e integró las filas de los civiles que apoyaron la autodenominada Revolución Libertadora que derrocó a Perón en septiembre de 1955. Con esta dictadura fue presidente del Banco Industrial de la República Argentina y más tarde director del Banco Central. También fue miembro del Jockey Club y del Yatch Club Argentino e integrante de la entidad económica europea Mont Palerin.
También en aquella quinta de Bella Vista el, por entonces, capitán de fragata Francisco “Paco” Manrique se encargaba de reclutar marinos contrarios a la administración peronista para armar la estrategia del bombardeo con el que pretendían matar a Perón y tomar las riendas del gobierno.
Tras el golpe de Estado, Manrique sería edecán del Presidente de facto, general Eduardo Lonardi, luego jefe de la Casa Militar con Aramburu, teniendo una participación activa en los fusilamientos de José León Suárez tras el levantamiento antigolpista del general Juan José Valle en junio del ´56.
Luego apoyaría todos los golpes de Estado que se sucedieron al del ´55 y habría de reciclarse ante el inminente retorno de la democracia en 1973, creando la Alianza Popular Federalista con la que logró convertirse en la tercera fuerza partidaria en las elecciones presidenciales del 11 de marzo y del 23 de septiembre del ´73, en las que triunfaran Cámpora y Perón, respectivamente. Más tarde apoyaría el golpe de Estado de 1973 y tras la vuelta de la democracia nuevamente sería candidato en todas las elecciones hasta su fallecimiento en 1988. Lamuraglia moriría en 1984.
Cuando se concretó el bombardeo de 1955, el intendente del antiguo General Sarmiento era Juan Volonté. Ni él, ni sus funcionarios y concejales más cercanos, ni el jefe comunal al que había reemplazado, Fernando Arricau, habrían estado al tanto de la conspiración bellavistense.
Y este desconocimiento se daba porque Bella Vista siempre compartió dos realidades antagónicas bien marcadas por su disímil geografía: Por un lado, ofrece un amplio sector de quintas y calles arboladas que invitan al paseo primaveral en una zona de alto poder adquisitivo, al que luego se sumarían los country y, por el otro, una superficie aun mayor, con barriadas populares donde se concentran las inundaciones, la pobreza, la falta de servicios públicos, la paupérrima calidad de vida y la marginación.
Quizás el hecho de que la guarnición militar más grande del país, Campo de Mayo (ahora guarnición militar Buenos Aires) limite con el viejo distrito de General Sarmiento (hoy San Miguel) y, por ende, con Bella Vista, permitió que las viviendas de los sectores más adinerados de esa ciudad sirviesen como reducto conspirativo y golpista y con la participación civil de muchos de sus habitantes, confesos antiperonistas, en los gobiernos de facto.
Hoy, a 60 años del aquel bombardeo del 16 de junio de 1955, la Historia aún tiene una deuda con aquel trágico episodio: Investigar y dar a conocer quiénes fueron aquellos muertos y heridos. Hombres, mujeres y niños corriendo despavoridos y desprotegidos por las calles de la ciudad ante una andanada de bombas y a quienes las brutales explosiones de la violenta irracionalidad política de entonces les truncaron sus proyectos, sus esperanzas y sus sueños. Entonces sí el homenaje se habrá cumplido.
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