El bien y el mal continúan activamente danzando su ritual de lucha milenaria como dos partes de un mismo hemisferio llamado a la inexorable perfección final del celestial plan.
La mundialmente reconocida belleza patagónica asoma como un bosquejo, un reflejo familiar del cielo de los excelsos dioses iluminados. Montañas que acarician las estrellas en frías noches azules, lagos profundos de aguas cristalinas con pueblos de pioneros que beben su hermosa pureza. Claro que más allá de los majestuosos cipreses, coihues, arrayanes y lengas nos sorprenden las extensas estepas donde sólo reina el indómito viento patagónico.
Cuando la política en su faceta mezquina se presenta en lugares tan especiales como los descriptos, nuestras humanas fallas nos entristecen profundamente. Esto sentimos cuando violentos incidentes ganaron la atención de la Nación cuando días atrás Mauricio Macri visitó la localidad de Villa Traful.
Nosotros nos oponemos a las políticas de despidos de una economía gubernamental que sólo está favoreciendo a los ricos y poderosos, dejando inmersos en brutal pobreza a una enorme masa de asalariados que trabajando no llegan a cubrir sus básicas necesidades. Pero no avalamos de ninguna manera los hechos de violencia de los que fue víctima el señor presidente de la República. La violencia no sólo acarrea más dificultades, sino que opaca la legitimidad de los eventuales reclamos. Los cargos públicos deben respetarse drásticamente, ya que de esta manera colaboraremos con el tan mentado y necesario “Orden constitucional”. De la misma manera condenamos los excesos policiacos de los que son víctimas, en muchas ocasiones, populares manifestantes de nobles causas.
Piedras en el camino de la democracia que tanto costó conquistar. Violencia también es producir despidos masivos y entregar al extranjero los frutos de la tierra fecunda, ese precioso mineral que tanta muerte ocasionó en el planeta. El oro de la humanidad debe ser la solidaridad y el bienestar del prójimo.
Macri en Traful y el condenable incidente fue: “Un pecado en el paraíso”.
La felicidad poco tiene que ver con la acumulación de riquezas, en cambio la conducta de ser útiles y positivos para con nuestros hermanos SÍ produce el tan anhelado bienestar de PAZ que siempre buscamos.
El paraíso patagónico argentino continua inalterable y solemne, más allá de las mezquinas humanas ambiciones.
Máximo Luppino
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