Lo profundo y trascendente suele presentarse con suma humildad, con sencillez, fuera del protocolo acartonado de los rígidos de corazón.
Basta recordar con espiritual emoción aquel pobre pesebre en Belén donde el hijo de DIOS decidió nacer para beneficio del hombre y de la creación toda.
El Papa Francisco, fiel discípulo de Jesús, abraza a los más necesitados del planeta, a los que pasan hambre y penurias, a los sufren enfermedades, a los “sin techo”, a los inmigrantes refugiados que escapan del monstruo cruel e implacable de la guerra y la miseria extrema.
Colocó, el Santo Padre, un comedor permanente en el mismísimo Vaticano para los mendigo y carenciados, con peluquería, duchas y guardarropas al servicio de los que tengan poco o nada para vestirse. Tomó la causa de los refugiados como el fundamento de decenas de discursos para exhortar a los países ricos a que reciban a los pobres del mundo. Toda vez que no dejó de recordar que muchos países llamados “desarrollados” fueron y son en una gran medida responsables de la hambruna de gran parte del planeta.
Cuando Donald Trump mostró su barbarie pretendiendo levantar un muro que separe aún más México de los EEUU, Francisco nos habló de PUENTES entre los hombres y las civilizaciones del mundo, en vez de sórdidos MUROS de torpes aislamientos egoístas.
El último gran gesto conocido de Francisco aconteció cuando decidió en forma sorpresiva visitar la localidad de Ostia a unos 30 kilómetros de Roma. Es éste un poblado humilde de modestos departamentos en una zona costera en las afueras de la capital italiana. Francisco se presentó golpeando la puerta de las viviendas y pidiendo disculpas por las molestias, además de manifestarles con humilde rubor que acudía a visitarlos y ofrecer sus bendiciones. Entonces los pobladores se emocionaban profundamente, era el pastor de DIOS que acudía lleno de AMOR para acariciar a su divino rebaño.
Una vez más, el “Cura de Barrio”, el párroco de “pueblo chico” encarnaba entre las pomposas columnas del Vaticano, dándole el sentido que nunca debió perder la Iglesia Católica.
Es el AMOR incondicional al prójimo el fundamento de JESÚS, no la casi absurda pompa de ceremonias vacías de humanismo y cariño.
Los habitantes de Ostia sintieron que estaban vivos y presentes en la MENTE alegre y optimista de un Papa que los quiere y cuida. Antes de retirarse de cada hogar Francisco les pedía que recen por ÉL.
El papa del “fin del mundo”, el santo padre de viejos zapatos negros gastados de patear adoquines, el jefe del Vaticano calificado por la revista Time como “El papa del pueblo” volvía a mostrar al mundo el sendero de la humildad y del servicio al hermano necesitado. Mientras recordamos una de sus frases más reveladoras y comprometidas: “El verdadero poder es el servicio al prójimo” …
Francisco, el PAPA del pueblo, deja de lado la lujosa y superflua pompa vaticana para mostrar su infinito espíritu de inmortal “CURA DE BARRIO”
Máximo Luppino
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