Jamás fue pecado no saber, ignorar algo, toda vez que el conocimiento en su plano superior nos conduce hacia la sublime infinitud misma del todopoderoso, es decir, hay mucho que aprender.
Otra cosa muy distinta es el no considerar las necesidades del prójimo, sobre todo ejerciendo la delicada responsabilidad de gobernar, en la misión de aliviar sufrimientos de pueblo y elevar la condición de vida de la gente.
El que administra en nombre del pueblo debe tener en mente que toda decisión aplicada desde el Estado beneficia o dificulta la vida de los ciudadanos. Dicho esto, si el gobierno nacional localizó un posible “nicho” de corrupción en el otorgamiento de pensiones a discapacitados, ¿cómo se le ocurre interrumpir la pensión en forma generalizada para luego “determinar” reales de falsas? Los pensionados por discapacidad pertenecen al renglón social más vulnerable de nuestra sociedad, por ende, es la franja a la que más hay que cuidar y atender.
Nos parece loable y oportuno castigar a los que pretenden lucrar con la falsedad y no ha de extrañar que existan delincuentes que especulen con la mentira y el oportunismo atroz. Para ellos, la mayor condena posible.
¿Cómo calificar la osadía gubernamental de suspender pensiones en un amplio espectro con fines investigativos? Lo lógico es determinar en primera instancia y luego proceder. Hoy se encuentran miles de hermanos en un estado de desesperación y profunda ansiedad.
El ensayo y error no es un juego, es un ejercicio de falta de respeto hacia los gobernados, marca impericia o maldad. Preferimos pensar que es un episodio más de la reinante BURROCRACIA de los que poseen los bolsillos llenos o el corazón saturado de indiferencia.
El discapacitado y su familia luchan por salir adelante, pelean contra el fantasma de la discriminación, combaten contra sus propios desafíos de lograr sentirse útil en una sociedad demasiado utilitaria y capitalista. Si a todo este padecimiento le sumamos medidas estatales para dejarlo sin un peso de pensión, el golpe es muy duro y abrumador. El pueblo debe ver al Estado como un gran protector y administrador de justicia, no como un represor pronto a castigar y flagelar. Los ciudadanos de a pie NO son delincuentes, ni factor de lástima, menos aún de subestimación. Las grandes masas populares son la pureza del hombre al desnudo, inocente de guerras y ejercicios de dominación, es el trabajador que desea vivir en paz con sus seres queridos.
Todos en un grado menor o mayor sufrimos alguna discapacidad o limitación, convivimos con valentía ante aquello que pretende limitarnos en nuestra expresión y desarrollo. Somos hermanos de todos, pero más aún de los que sufren.
La más brutal y doliente discapacidad es la de la “dureza de corazón”. Es cruel porque el “paciente” cree que está bien, no se hace tratar, hasta en ocasiones se siente poderoso y un triunfador en un mundo doliente ávido de compasión.
Todos los gobiernos, de cualquier signo partidario, deben solidarizarse y comprometerse mucho más con los discapacitados. Sólo la generosidad salva el ALMA de una Nación, no las finanzas, ni el oro amontonado con guerras y el hambre de los humildes.
La burrocracia es un mal endémico de las administraciones. El dolor reclama atención pronta, ya, ahora. No luego de un trámite contable.
El BIEN se nutre de la compasión, del compartir, del luchar junto al doliente para juntos abrazar la insondable belleza de la VIDA.
Máximo Luppino
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