Bien sabido es que en el escabroso planeta político, la verdad está un tanto ausente y cuando asoma con su luz esclarecedora se la intenta maquillar acorde a sectoriales y particulares intereses.
El peronismo está frenéticamente abocado a lograr la tan anhelada unidad partidaria para así poder conformar un frente común opositor con posibilidades ciertas de triunfo contra el hasta ahora gran gladiador amarillo: “el centurión Mauricio”.
Los acólitos de Perón olfatean ciertamente el creciente descontento popular para con el errático rumbo económico que cada vez deja a más compatriotas en los umbrales del hambre y la impotencia. Se trabaja mucho para apenas subsistir. Otros, con menos suerte, están en zona de necesidad extrema.
El justicialismo proclama edificar UNIDAD partidaria, pero en verdad están orientados en buscar el “MESIAS” que conduzca el navío peronista, hoy a la deriva. al glamoroso puerto del triunfo electoral. El frenesí está presente y la imaginación está haciendo horas extras. UNIDAD sin adecuados candidatos es desperdiciar la gran “bala de plata” en un tiro al aire. La clave es la seducción de una gran franja de clase media que busca soluciones definitivas más que partidarios triunfos en las urnas.
¡Esto bien lo saben tanto los “globos amarillos” como los “Muchachos del bombo”!
Otras realidades disimuladas golpean a los campeones de la transparencia. Una de ellas es que la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, posee mayor aceptación popular que el mismísimo Mauricio Macri. Las mediciones de todas las latitudes políticas así lo acreditan.
El Macrismo se siente alegre por la importante aceptación popular de María Eugenia, pero todos sabemos que los “golpes al EGO” suelen cobrarse oportunamente una rencorosa revancha. Mauricio detesta toda sombra que pueda opacar su radiante aura triunfal de empresario heroico que llevó a la derecha conservadora a la presidencia de la Nación. Los macristas “paladar negro” se encargan de recordarles a todos que “el padre de la criatura” es MACRI.
La gente vota perfiles humanos definidos y agradables a su sentir, aquellos que les brinden seguridades de uniformidad de criterios, alegres y positivos. Nada de discursos de fuerte carga doctrinaria, más bien prefieren soluciones concretas para los definidos problemas que sufren.
El peronismo parece dispuesto a cruzar el desierto mediático para encontrar sus candidatos. El justicialismo, o se adapta a las nuevas reglas de juego, o encontrará una nueva y amarga derrota cuando las urnas se abran.
Sonreír, ostentar buenos modales y referirse a los problemas puntuales de nuestra población, antes que a la problemática de Medio Oriente, no es traicionar la Doctrina del General. Es tener los pies en la tierra y hablar el idioma de la gente. Esa gente que vota y elige quién los gobierna.
Eso sí, las túnicas del mesías del justicialismo deben estar benditas por el periodismo de influencia concreta reinante en una Argentina que no quiere conflictos, sino que valora el orden con equilibrio monetario y la creación de fuentes de trabajo. Los que mejores “vendan” estas necesidades serán los bendecidos por el gran soberano.
Máximo Luppino
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