La negra sombra del FMI parece pretender volver a eclipsar la diamantina luz de la autodeterminación de la soberana Nación Argentina.
Así como lo hacemos los hombres, también los países suelen tropezar más de una vez con la misma piedra, hasta que las duras lecciones de vida son completamente asimiladas.
El FMI “presta” dinero a cambio de manejar las reglas y normas de una república. Precio demasiado caro en términos de independencia y libertad. Pero además fija un interés financiero que se debe religiosamente pagar.
El actual ministro Nicolás Dujovne, cuando se desempeñaba como periodista, aconsejaba NO volver a enredarse en las redes de opresión del FMI. Ahora, funcionario de Mauricio Macri, chocoarroz de por medio, nos “explica” que el FMI no es el mismo de hace 20 años atrás. Bueno, en algún momento de su millonaria existencia, Dujovne calificó como negativa o impropia la acción del FMI; celebramos el viejo chispazo de conciencia del ahorrativo ministro.
Para los pueblos del mundo está muy claro que el FMI no se asemeja en modo alguno a Cáritas ni a la Cruz Roja Internacional. Es el brutal cerco financiero de los países ricos sobre las naciones pobres en vías de desarrollo.
Claro está que nuestro país pasa por momentos difíciles, en especial la gente humilde de nuestra patria que trabaja y no llega a satisfacer sus necesidades más elementales como alimentos y vestimentas. Como si esto fuera poco, NO pueden hacer frente al tarifazo de servicios orquestado por su propio gobierno. La gente quiere pagar, pero NO puede hacerlo por carencia de dinero. Las pequeñas y medianas empresas argentinas, orgullo y ejemplo de sanos emprendedores, están jaqueadas y luchan por no despedir a sus colaboradores ni desean “bajar las persianas” de sus dorados ideales de pioneros de la más dilecta y auténtica economía de la Argentina.
Nadie desea que al gobierno fracase, sí deseamos que se tomen medidas económicas que permitan a los empresarios nuestros continuar trabajando y que los empleados de la república puedan vivir dignamente y con capacidad de ahorro para sus familias. De la mano del FMI estos legítimos y auténticos derechos serán difíciles de obtener.
Rogamos a DIOS que esta película de horror que ya vivimos tenga otro final y que los funcionarios que poseen fortunas en dólares en el exterior comprendan el valor sublime de un trabajador.
La cuerda funesta del FMI procura envolver el cuello productivo de la patria de San Martín. Que la voluntad pacífica de los humildes cuide los sagrados intereses de la Nación.
Por donde pasó el FMI dejó un desierto de esperanzas, pueblos reducidos a la más cruel hambruna.
¡ARGENTINA, recupera tu sagrado destino!
Máximo Luppino
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