FÚTBOL, EL NEGOCIO SEPULTA AL DEPORTE

lunes, 26 de noviembre de 2018


Los “Barras” mandan, la policía, prefectura y gendarmería no pudieron o no les permitieron garantizar el simple traslado del micro que llevaba a los jugadores de Boca al estadio de River. Sabemos de la profesionalidad de nuestras fuerzas de seguridad, siempre y cuando le desaten las manos que tienen hoy paralizadas a nuestras fuerzas del orden.

 Una lluvia de piedras infames impactaba sobre el ómnibus en cuestión, rompiendo vidrios, ocasionando serias heridas al plantel azul y oro. El Capitán de Boca, Pablo Pérez, sufrió una seria lesión en uno de sus ojos. Aún 48 horas después padecía una disminución visual de un 40% según informes médicos. Otros jugadores recibieron cortes menores, además de ser afectados por gas pimienta que les produjo vómitos e irritación visual. 
Los desmanes se generalizaban evidenciando un vandalismo con robos y rupturas de automóviles estacionados en las inmediaciones de los enfrentamientos. El escándalo bochornoso que opacó a la administración del Gobierno de la Ciudad forzó a Martín Ocampo a renunciar a su cargo de responsable de la seguridad porteña. Diego Santilli ocupará el lugar a horas del delicado y trascendente G20. 
En los bulliciosos pasillos gubernamentales se habla de que el paso al costado de Ocampo fue pedido por el mismísimo M. Macri. Otro triunfo de Patricia Bullrich, ya que es un secreto a voces el enfrentamiento de Bullrich con el apartado ministro de la Ciudad. 
Mauricio Macri, con estas medidas, avanza con la idea de responsabilizar a la administración de Rodríguez Larreta. La interna en Cambiemos cada vez cruje más fuerte y ya se torna inocultable. Las victorias poseen muchos padres, en tanto las derrotas y los malos momentos sufren una despiadada orfandad. 
¿Mensaje mafioso de “Los borrachos del tablón”? ¿” Negocios” espurios alterados con “pase de factura? 
La tan esperada final de la Copa Libertadores River-Boca en el Monumental no pudo ser. Los violentos ganaron, el dinero se impuso por sobre el juego y el sano divertimento. Los simpatizantes del más popular deporte del país quedaron frustrados y seriamente manoseados en sus expectativas de ver un singular superclásico. A todo esto, la cuestionada Conmebol gritaba obstinadamente: “¡que se juegue sí o sí!”…  Las entradas vendidas, los derechos televisivos otorgados y mil pequeños grandes lucros personales estaban siendo afectados. 
“El juego debe seguir” pero no por el valor formativo del deporte, ni por el servicio a la población, más bien deseaban que la máquina de contar dinero siguiera funcionando. Los “barras” nada pueden hacer sin grandes complicidades de dirigentes y funcionarios de diverso escalafón. 
Una madre adhiriendo bengalas y pirotecnia en la cintura de su pequeño hijo exhibía lo peor de la ceguera fanática y criminal, colocaba a su propio niño en mortal peligro por la estúpida minucia de un evento deportivo. 
El circo se desmadró, un fin de semana para el olvido en cuanto a las conductas sociales y el desempeño de los más altos funcionarios de la Nación. A todo esto, la memoria colectiva recordaba que el presidente de la Nación, Mauricio Macri, días atrás afirmaba que se estaba en condiciones de jugar con público visitante. A Dios gracias que alguien con un conocimiento más adecuado de la realidad lo persuadió de esta alocada idea propia de quien no ve lo que sucede en el país. El presidente mira las imágenes de sus deseos más que la tangible realidad de nuestra gente. 
¿Copa libertadores o Copa colonizadora? Lo decimos por la injerencia atroz y cruelmente desmedida del FMI.
En el universo del revés se imponen los delincuentes que apedrean rompen y destrozan todo a su paso, hacen retroceder a la policía que NO puede actuar por peligro de ser tildados de “crueles represores”. Así es que la delincuencia cobra fuerza y los agentes del orden se encuentran cada vez más paralizados. 
River-Boca, una fiesta arruinada, un evento popular eclipsado, un deporte golpeado por ganancias infames. Al fin, un pueblo profundamente decepcionado.
Ahora el G20 nos hace padecer un Buenos Aires saturado de una fiebre de seguridad que fue impotente para custodiar un solo micro. 
Argentina, tierra bendita y afortunada que algunas poderosas voluntades parecen desear destruir. 

            Máximo Luppino

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