El altisonante rugir de un motor de motocicleta es motivo de alarma y preocupación. Tan extendido está el asalto, ya casi un saqueo colectivo motorizado, que el uso del popular vehículo afecta al usuario de forma tal que lo hace sospechoso de ser un posible delincuente.
La economía del hambre dramática y su preocupación angustiante es seguida de cerca por la calamidad de la inseguridad cada vez más creciente. Pero si hasta parece una “burla cruel”. Existen muchos casos en los que la víctima se encuentra formalizando su denuncia en sede policial, mientras el malhechor ya fue liberado por la permisiva justicia que parece cuidar sólo los derechos de los malvivientes.
La educación incorrecta de los jóvenes en la anarquía y el materialismo se alimenta de los malos ejemplos y el desorden. Cuando los que delinquen son tutelados y hasta favorecidos por el régimen de “la puerta giratoria” del poder judicial, se establece de hecho un fomento del delito. La ausencia generalizada del “premio y castigo” desconcierta el criterio comunal de lo que es justo y lo que no lo es. Quizás no por retóricos fundamentos, sino por algo mucho más grave, esto es el ejemplo de las situaciones que de hecho suceden. En otras palabras, delinquir es gratis, tomar un colegio es una anécdota, matar un servidor del orden es visto por la marginalidad como un “galardón heroico”. La educación recta genera buenos ciudadanos responsables y solidarios. La educación del “vale todo” genera forajidos y criminales.
En el año 2018 se contabilizaron mas de 11.200 denuncias de ataques de motochorros a personas de bien. Muchos finalizaron con la muerte artera del asaltado. La proyección estadística de lo que va del presente 2019 nos habla de un incremento de un 15%, teniendo en cuenta que gran parte de los atracos no son denunciados. Especialistas en la modalidad motochorros contabilizan 40 ataques diarios, como mínimo, solamente en Buenos Aires y Ciudad Autónoma. Habría que sumar los de Rosario, Córdoba y el resto del país.
Desconsolador también es que los agentes del orden, policías, gendarmes y prefectos también son víctimas de los malhechores, ya que cuando actúan son sometidos, en general, a una situación en la que los miembros de las fuerzas de seguridad son enjuiciados en vez de ser estimulados con las felicitaciones del caso. Pero si parece el mundo del revés de María Elena Walsh ¿Hasta dónde llegaremos en el ejercicio de lo inadecuado?
Este funesto e injusto sistema desalienta al habitante honesto y estimula al simpatizante del submundo oscuro del delito, desconcierta y fomenta el malhumor social. Debemos trabajar para ordenar a nuestra sociedad y llamar las cosas por su nombre. El estímulo en la virtud debe aplicarse de manera rotunda, al igual que la censura moral y legal para con la criminalidad.
No se puede vivir dignamente si estamos a merced de los saqueadores de nuestros hogares y bienes y hasta de los que arrebatan la sagrada vida de nuestros seres queridos.
La República necesita fiscales y jueces comprometidos con los ciudadanos indefensos, con las víctimas de estos destructores de sueños. Un país se construye a partir del ORDEN y la equidad.
Una Nación con una marea de obreros y empleados desocupados, los que aún poseen trabajo con sueldos magros que ni para alimentos suele alcanzar, con una inflación desorbitante, oprimidos por tarifas de servicios usurarias y con los índices de delitos que padecemos, todo esto conforma un cóctel social de humor demasiado inestable. Si sumamos estar a merced de los asaltantes se conforma un estado emocional de suma impotencia.
Prioricemos los valores éticos que nos faciliten una sociedad mejor a partir de nuestro propio y concreto esfuerzo de correctos ciudadanos.
¡DIOS ilumine a los jueces que administran terrena justicia!
Máximo Luppino
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