PARTIÓ FRANCO MACRI

domingo, 3 de marzo de 2019


La muerte nos golpea a todos por igual, nos sorprende con su pesado manto gris de amarguras añejas, nos abofetea sin piedad y nos trastoca emocionalmente dejándonos indefensos llenos de impotencia y nostalgias. 


El fallecimiento de una persona íntima nos deposita en un lugar desconocido para nuestro sentir, nos da una perspectiva más real de las circunstancias que nos rodean y nos arranca lágrimas de singular dolor, es la más dura de las soledades. 
Tan poderosa es la presencia de la muerte que produce una sensible tregua hasta en la virulenta batalla política en la que nuestro país está inmerso. Condolencias a Mauricio y familia florecieron de todas las latitudes partidarias. Por un momento, el llanto ajeno se confunde con el propio, es un llamado de atención que nos muestra de golpe donde está lo trascendente y donde las infantiles tonterías diarias.
¿En qué grado afectará al presidente de la Nación el deceso de su padre? ¿Alguien tendrá la imprudencia de politizar con este luctuoso acontecimiento? Creemos que nuestra sociedad en su conjunto ha madurado los suficiente para guardar el respeto que las circunstancias ameritan, una muerte refleja el fallecimiento de nuestros propios seres queridos. Nuestro pesar profundo para con el presidente de la Nación y familia, que DIOS guarde el alma de Franco Macri. 
Franco Macri se encontraba entre los más poderosos empresarios argentinos, nacido en Roma, Italia, se radicó en nuestra patria a temprana edad. Comenzó a trabajar como albañil, para desde abajo, muy abajo, construir un gran imperio económico. Tesón y voluntad de trabajo indomable permitieron que el albañil cambiara balde y fratacho por dólares y poderosos bonos encumbrados en la Bolsa de Valores. Es “el sueño argentino”. Si algo le faltaba al pujante administrador, su hijo llegó a la primera magistratura de la República. 
Más allá de todas las ausencias, la contienda política continuará con su vertiginoso derrotero lleno de ambición y los próximos disparos electorales vendrán cargados con fuertes y pesados perdigones. Pero es nuestra obligación NO olvidar y honrar a nuestros muertos dando a los demás lo mejor de nosotros. La existencia, que SÍ posee sublime sentido vivirla, tiene dos axiomas de ORO: el aprendizaje constante para superarnos y el sentido de servicio al prójimo. En la felicidad del vecino encontramos nuestra propia realización.
 Que DIOS, nuestro señor, nos guíe hacia lo trascendente para evolucionar. 

             Máximo Luppino

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