¿Llegaron las zancadillas arteras de las internas políticas a las calles, con tiros, muertos y heridos de las mismísimas fuerzas de seguridad?
Las calles de Avellaneda fueron sorprendidas por un enfrentamiento de miembros de la Policía Federal con camaradas de la Policía Bonaerense que se encontrarían llevando adelante un acto de extorsión denunciado en la fiscalía oportunamente por las víctimas. Es correcto y loable que se detenga a uniformados corruptos que son doblemente criminales, delinquen con las armas y el privilegio que la sociedad civil les confió, realmente repudiable en su máxima magnitud. Pero si le damos una vuelta de tuerca a los episodios y al hecho en sí, afloran algunas preguntas difíciles de responder. ¿Era oportuno detenerlos en ese preciso momento, sabiendo que son efectivos corrompidos, armados y que la posibilidad, como al fin sucedió, desencadenó en un feroz tiroteo que puso en peligro la vida de inocentes? De hecho, fallece el comisario Hernán David Martín y hubo heridos varios de ambas fuerzas.
Algunos analistas políticos sospechan que la temeraria espectacularidad de los hechos fue adrede, con en ladino fin de que cobre la notoriedad mediática que al fin se produjo. Los interrogantes que afloran son: ¿Más allá del delito, se buscó acentuar una “violación” en la policía de María Eugenia Vidal? ¿Es un vuelto por los intentos de desdoblar las elecciones bonaerenses y despegar del pesado lastre electoral de llevar a Mauricio en la boleta de la provincia? No es raro que alguien piense que la Casa Rosada desea minar la imagen de Vidal y su equipo. Sabemos que el caso D´alessio reveló que la AFI con sus espías, supuestamente inorgánicos, vigilaban a miembros de la Suprema Corte de la Nación y a la mismísima gobernadora de Buenos Aires entre otros. Este hecho de inteligencia interna, totalmente prohibido por nuestra constitución, sacó de quicios a María Eugenia, quien ya tendría la certeza de que desde Balcarce 50 es observada.
La visita, para algunos compulsiva, de Macri al retiro espiritual de Vidal con sus ministros en Chapadmalal, revela la preocupación presidencial por el malestar de la gobernadora. ¡Qué no se disperse el rebaño!
El episodio del enfrentamiento policial en Avellaneda se podía haber manejado con la prudencia y profesionalismo que el caso requería. ¿Desearían plantar “un muerto en el placar” de Vidal? El horno no está para bollos, los ánimos se tornaron un tanto inestables, mientras el calendario electoral exige definiciones concretas.
Las encuestas propias y ajenas ponen muy nervioso al jefe de gabinete Marcos Peña y a su equipo de campaña que está formidablemente abocado al triunfo de Mauricio Macri como sea y al costo que sea. Todo precio es barato con tal de llegar al objetivo, piensan los “científicos” del laborioso laboratorio del Pro.
¿Cómo no estar preocupado? Un índice de pobreza que supera holgadamente el 47% en jóvenes de menos de 14 años, desocupación creciendo y una UCR que no quiere ser empujada al abismo electivo. Un Roberto Lavagna que le dio color de amplitud intelectual a Alternativa Federal que crece a pasos concretos y que, con el triunfo de Sergio Uñac en las PASO de San Juan, le regala más fuerza a una alternativa Justicialista frentista que promete dar batalla electoral.
Lo que menos le puede pasar a Mauricio Macri es un enfrentamiento con M.E. Vidal que posee mayor caudal electoral que el mismo presidente de la Nación.
Los tiros en un viernes oscuro en las calles de Avellaneda tienen olor a interna del PRO y color de pólvora amarilla devaluada por una crisis económica que tiene a los habitantes de la Nación con los bolsillos vacíos y la mesa familiar despoblada de alimentos nutritivos.
Las balas que están hiriendo las esperanzas de los ciudadanos están siendo disparadas por el gobierno nacional y sus bombas neutrónicas de tarifas usurarias.
Esperemos que el río de la buena voluntad se alimente con las aguas de la sensatez del servicio al prójimo, mientras se destierran los fanatismos y condicionamientos a los habitantes de la patria.
¡DIOS bendiga a nuestros dirigentes!
Máximo Luppino
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