¿CARRIÓ, UNA PACIFISTA EN TANQUETA?

miércoles, 22 de mayo de 2019


Elisa Carrió, prestigiosa dirigente política de nuestra Nación, fue acumulando una serie de declaraciones que adolecen de sentido constructivo. Comenzando por recordar que se autoproclamó “Defensora de la República”. Pero fue mucho más lejos aún, afirmó sin ruborizarse: “Soy la República”.

La cordura y el buen gusto jamás deben ausentarse en las declaraciones de los políticos. Las palabras son sonidos que encierran pensamientos, los cuales poseen gran poder de acción. Las ofensas que descalifican la condición humana conforman el preámbulo de conflictos y enfrentamientos violentos no deseados para una sociedad justa y solidaria.
Desde siempre, la personas que “ven más lejos”, aquellos hermanos que poseen un paso evolutivo más ágil son los que, fraternalmente y con cariño, orientan compasivamente a sus semejantes. Los que en verdad transitan el sendero del conocimiento son individuos compasivos, pacientes y constructivos alejados de toda suerte de jactancia egocéntrica que suele ser fundamento de la más rancia ignorancia. El pavo real del orgullo intelectual debe ser controlado y colocado bajo la tutela de la humildad. 
Muchas de las declaraciones de Elisa Carrió están saturadas de incomprensibles agravios y sin lugar a duda no aportan la paz que ella dice enarbolar. Tomaremos sólo tres de sus últimas afirmaciones que lastimaron a muchos compatriotas: 
Carrió sobre Garavano: “No tengo trato con imbéciles” 
Carrió: "Gracias a Dios se murió De la Sota"
Carrió sobre Alberto Fernández: “Es Jack el destripador”
El ministro Garavano pertenece a su mismo espacio político ¿Cómo tratar de imbécil a un funcionario propio?
José Manel de la Sota es un faro de luz límpida a seguir. Falleció un hombre destacado de la dirigencia argentina. Dar “gracias” por su fallecimiento es por lo menos horrible. El gallego, un histórico dirigente del peronismo, actuó como un gran componedor de las humanas relaciones, un alfarero de las formas bellas y correctas. Esencialmente, un hombre de BIEN. Se intentó manchar la memoria de un caballero de la palabra, de un soñador idealista comprometido con su amada Córdoba que anhelaba una patria justa y soberana. Señora, Carrió, sepa usted que su exabrupto nos produjo profunda tristeza y dolor. 
El improperio más reciente de Carrió lo cometió comparando en criminalidad a Alberto Fernández con “Jack el destripador”, horrendo criminal serial de la destemplada y flemática Inglaterra. ¿Fernández, emparentado con un monstruo del negro delito? ¿Alberto, un malvado asesino?...
Todo lo absurdo debe tener un límite. Sobre todo, la mentira y difamación. Son actos de mediocridad en algunos casos y de maldad en otros, ya que hay individuos conscientes del daño que ocasiona la palabra falsa y mendaz e igual la pronuncian. 
Por esto nos preguntamos: ¿Es Elisa Carrió una pacifista en tanqueta con militares atuendos, cargada de misiles mediáticos prontos a lacerar el buen nombre de sus ocasionales contrincantes?
Es oportuno recordar que trató enfáticamente al actual presidente de la Nación como “el mayor contrabandista de la república” ¿Cuál es el límite de Elisa?  ¿En verdad cree que es una emisaria de DIOS? ¿Sentirá Carrió que nuestro SEÑOR la envía a “castigar” a sus hermanos?
Quizás deberíamos recordar que los creyentes sentimos que DIOS es infinito amor. Que jamás castiga. Siempre comprende, sostiene y ayuda, abarcando el TODO sin límite alguno. 
La mejor arma es la comprensión y en el trato con nuestros semejantes debe imperar el cariño irrestricto. Gritos, amenazas y oscuras profecías son propias de las tenebrosas cavernas de la barbarie emocional. Nuestra República es comprensiva luz de tolerancia constructiva. La auténtica revolución está en nuestra propia conducta sin juzgar con liviandad los ajenos procederes. 
Hacemos votos para que Elisa Carrió abandone las armas de combate para con sus semejantes. Muchos seguidores de sus mejores días esperan mucho más de ella que intolerantes frases. Conocimos hace un tiempo una Carrió más dulce y sutil que regalaba esperanzas susurrando buenos ejemplos con su recta conducta. 

       Máximo Luppino

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