El hombre que goza de la credibilidad de sus semejantes posee un poderoso capital humano invaluable, indispensable para la construcción de toda empresa social. Despertar confianza y seguridad por la palabra empeñada es un requisito indispensable para ser un líder de respeto y prestigio. La mentira socaba el prestigio y debilita toda acción política y emprendimiento que desee llegar a las doradas cumbres del éxito. En cambio, la verdad robustece la individualidad, genera confianza y despierta esperanza en los corazones buenos de la gente honesta.
En estos días, el presidente de nuestra Nación, Mauricio Macri, llamó a parte de la oposición a suscribir un documento de 10 puntos que genere sustentabilidad política y forje confianza y previsibilidad a los inversores y también tranquilizar al inquieto mercado especulativo. Esta convocatoria presidencial despertó serias objeciones éticas en la oposición política nacional, toda vez que estamos a pocos meses de una elección general crucial para el país.
Sucede que este decálogo de buenas intenciones resuena a ejercicio especulativo por parte del poder ejecutivo que atraviesa su peor momento político. La crisis económica socavó profundamente la imagen presidencial, al punto tal que gran parte de su tropa propia le pide a Macri que dé un paso al costado y que permita a María Eugenia Vidal ser la candidata presidencial.
La desocupación reinante, sumada a una inflación tiránica, más un dólar que amenaza con trepar en su cotización, despliegan un manto gris oscuro a las perspectivas electorales de Cambiemos. Llamar a un acuerdo cuando el prestigio del oficialismo nacional está pisoteado por la angustia social que manifiesta a viva voz la pérdida de toda confianza en las iniciativas presidenciales se torna en una misión sumamente dificultosa. La lastimosa convocatoria carece de idoneidad ética. Más que un pacto nacional parece un grito desesperado cargado de desconcierto electoral.
La convocatoria apareció en forma tardía, a destiempo sin ser ni generosa ni amplia ya que parece llamar a una parte de la oposición y no a toda ella. Es muy difícil elaborar un diálogo honesto y respetuoso cuando llaman a firmar un documento ya establecido y NO preparan un clima de entendimiento grupal para que los objetivos sean generados en conjunto, así el espíritu de participación real estaría intacto.
Dirigentes de la oposición mostraron reticencia a participar de un consenso ficticio que repica más como una trampa electoral que a una sincera invitación dialoguista. “Si no llamas a compartir poder cuando gozas de la primavera del mismo, difícilmente acudan opositores en el invierno de la gestión”
Claro que TODOS están de acuerdo con el diálogo y el consenso, siempre y cuando reine la honestidad y NO la hipocresía utilitarista de un gobierno que mostró supina insensibilidad social a lo largo de casi todas sus autistas medidas económicas. Todo político avezado esquiva “el abrazo de oso” de los pícaros que buscan ganar en la negociación lo que perdieron en el corazón de la gente. Los acuerdos deben establecerse con pureza y magnificencia, respetando con sinceridad el sentir de los demás.
Si nuestra Nación desea emerger de la crisis en forma digna debe generar acuerdos sanos y responsables, jamás infantiles manotazos de ahogado de un gobierno que se jactó de poseer el “mejor equipo de los últimos 50 años”. En verdad el oficialismo está en el fondo de la tabla de competencia, peleando en el frio y árido descenso electoral. La población sostiene el orden institucional y parece que Macri abusó de esta sana conciencia ciudadana.
El presente y el futuro necesitan de un profundo acuerdos políticos de todas las fuerzas sociales, religiosas y políticas de la república. Claro, no de la mano de la “picardía” sino de la verdad irrenunciable de los hombres de bien.
¡DIOS así lo quiera!
Máximo Luppino
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