En muchas ocasiones la historia parece reiterarse. En verdad sucede este fenómeno tan particular cuando las naciones no han superado adecuadamente las exigencias éticas del tiempo vivido. Entonces, las lecciones por aprender retornan ataviadas de nuevos coloridos ropajes, guardando las asignaturas pendientes hasta que podamos asimilar completamente sus concretas enseñanzas.
Ayer fue Braden o Perón. Hoy, la disyuntiva es Macri o Fernández. En el pasado, el pueblo de la patria dijo: Perón, y así comenzó un proceso de robustez económica, soberanía política real y justicia social como nunca se había vivido en nuestra amada Argentina. Fue en ese maravilloso momento de la República cuando se acunaron máximas de profundo contenido de vida que marcaría para siempre la cultura de nuestra patria. Una de ellas fue: “Aquí, los únicos privilegiados son los niños”. Un amplio bagaje de leyes protegía con un anillo de amor a la familia y a los menores, construyendo para ellos una infancia feliz. En ese adecuado contexto nacieron los “Campeonatos Evita” donde niños y jóvenes se educaban en el marco de la sana exigencia del deporte.
Otra sentencia que el paso del tiempo la entronó como cierta fue: “Los días más felices de los trabajadores fueron peronistas”. Claro, una batería social de normas sanas les dieron dignidad a los trabajadores. Se organizaron en sindicatos con sus obras sociales. Entonces, “el amo se convirtió en empleador” y “el esclavo se tornó en digno empleado con derechos, merecedor de un salario justo”. El General Juan Domingo Perón calificó a su movimiento como “Nacional, popular, humanista y profundamente cristiano”. De manera más popular se autocalificaba como: “Ni yanqui, ni marxista, Peronista”. Se ubicaba, de esta manera, alejado de los dos ejes dominantes en el mundo. Es que el Justicialismo mira de igual a igual a cualquier país de la tierra. Justamente por esto jamás nos pareceremos a Canadá ni a Australia, dos satélites coloniales del imperio Británico. El sangriento y cobarde golpe de estado de 1955 truncó la edificación de la Argentina grande. Pero el pueblo jamás olvidó a Perón. Un día, luego de 17 años de exilio, el General retornó a su patria, y una sonrisa postergada se volvió a dibujar en el rostro de los humildes. El peronismo, al que tantas balas pretendieron matar, se encontraba vivo y protagonista del destino argentino una vez más.
Hoy, Macri parece encarnar aquellas foráneas intenciones del embajador norteamericano llamado Spruille Braden. Mauricio favorece a los poderosos, entierra la industria nacional y hambrea a la gente empleada. La contracara de este proyecto entreguista de Cambiemos es una vez más el movimiento del General, hoy encarnado por Alberto Fernández en el denominado Frente de Todos.
Ayer Braden o Perón, hoy Macri o Fernández. Es el destino que a gritos nos llama a concretar aquella revolución inconclusa del amor al prójimo que profesó Eva Perón. Donde la persona estaba ocupando el centro de la escena, como protagonista indiscutida de un nuevo tiempo justo y fraternal.
Muchos economistas nos taladraron la cabeza mencionando al hermano país de Chile como un ejemplo de economía sana y crecimiento sostenido. Hoy, ya se contabilizan casi una veintena de muertos y saqueos con revueltas violentas de gigantesca magnitud. Parece que Chile “crecía” sometiendo al hambre a miles de trabajadores. No existe grandeza con gente viviendo en extrema necesidad sin poder educarse ni progresar adecuadamente en sus vidas. Las cuentas bancarias abultadas sin atender a los pobres encierran un conflicto social inevitable. La perfecta doctrina peronista está hoy más vigente que nunca. El pueblo argentino así lo señala, mostrando su preferencia electoral por sobre un capitalismo salvaje y criminal.
El General siempre vuelve. Hoy en el rostro de Alberto Fernández. Con este nuevo retorno, volverán los días más felices de los trabajadores y los humildes de la patria.
¡El justicialismo es la sal de la tierra argentina!
Máximo Luppino
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