Francisco es y será el argentino más célebre de la humanidad. Francisco, el Papa que posee el espíritu de humildad y sencillez de los amados “cura de barrio”
El mundo mayoritariamente honra al Santo Padre FRANCISCO. En nuestro país es motivo de profunda inspiración. Millones de conciudadanos están orgullosos y profundamente motivados por las conductas auténticamente cristianas y humanistas del jefe del Vaticano
La dimensión superlativa de la obra ecuménica trascendente de Francisco es minimizada y no reflejada por los grandes medios de comunicación nacionales. De forma contraria, la percepción popular sí es consciente de la obra redentora y pastoral del Santo Padre. Los pueblos siempre reconocen a un hijo forjado en el sentimiento de su propio corazón.
Algunos, en vez de elevarse en los objetivos superiores, celestiales e idealistas del Papa, han optado por intentar enlodar su acción, vulgarizar sus intenciones y politizar con burdo criterio su acción redentora como Sumo Pontífice.
El orgullo de un Papa argentino no es aceptado por las mentes mediocres que sólo parecen valorar lo que proviene de las sombras, de personas obedientes a intereses profanos de ajenas banderas. Genuinos apátridas de vocación.
Existe un pensamiento nacional con poderosa proyección mundial, efecto de la generosa grandeza espiritual que encierra sus dorados pliegos de servicio y solidaridad al semejante. Prueba de esta afirmación es la propia consagración de Jorge Bergoglio en Francisco. Lo que los Cardenales del mundo valoran y reconocen, algunos miopes de espíritu no aprecian o fingen no ver y desconocen lo insoslayable.
San Martín, Rosas, Perón, Francisco es la línea histórica evolucionante del sentir argentino, del pensamiento concreto de vocación de servicio al prójimo. Francisco afirma: “El verdadero poder es el servicio”.
El General San Martín desembarcó en otras playas sin afán de conquista, con vocación de sembrar libertad en América. Libertó pueblos sin aceptar cargo político alguno. Cumplió su misión de emancipación y marchó a continuar su cruzada de independencia y fraternidad.
La argentinidad nace con San Martín, del cual el noble Ejército Argentino se inspira y esmera en custodiar sus valores sublimes.
El Restaurador de la Leyes, Don Juan Manuel de Rosas ordenó la Nación, la amalgamó, impidió que los planes divisionistas de los anglosajones se materializaran. La Confederación Argentina dio forma a un país que necesitaba imperiosamente ser organizado como tal.
Del General del pueblo, del hombre del destino, él tres veces presidente por popular mandato qué decir que ya no sepamos que no esté presente en cada calle de barrio y pueblo de nuestra patria, del jefe del movimiento más grande no marxista de occidente. Le ofreció derechos a los sumergidos, escribió con letras de soberanía la Justicia social. Gracias, General
El Papá Francisco viajó a Roma con su viejo portafolio cargado de sueños, con sus gastados zapatos negros de tanto patear porteños adoquines, viajó dejando para siempre entre nosotros a Jorge Bergoglio. Nació así Francisco de los pobres, Francisco de los migrantes desahuciados por los poderosos, de los migrantes “fabricados” por los imperios que, en su afán de ganancias inconmensurables, hambrean y matan pueblos enteros. Pero ahí es donde se levanta la voz de Francisco clamando amor para con los dolientes del mundo. ¿Acaso no es lo que nuestro señor Jesucristo desea, igualdad y justicia para los humillados?
San Martín, Rosas, Perón, Francisco, es el sendero de la argentinidad, es el aporte de nuestras pampas al mundo, es el perfume sublime de la flor de la concordia.
Reflexionemos sobre Francisco, el que con su ejemplo obligó a una fracción oligárquica de la Iglesia a dejar sus caros automóviles, al que prefiere el crucifijo de noble y cálida madera de la madre tierra al lujurioso oro de la desigualdad.
Meditemos con paz en la vocación de servicio de Francisco, el argentino de excelencia que ofrecimos a un mundo que lo acepta con amor y gratitud.
Máximo Luppino
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