Las leyes y normas deben cumplirse si pretendemos vivir en una sociedad con valores éticos. Es decir, con garantías elementales que nos permitan expresarnos, producir y desarrollarnos con claras reglas de indispensable convivencia social.
Valoramos el esfuerzo del presidente Alberto Fernández de conducir la República con el respeto adecuado a los demás poderes de la democracia. El considerado trato con las fuerzas políticas de la oposición es fundamental para lograr objetivos que superen las mezquindades frecuentes de las fracciones políticas en pugna.
¿Es necesario que Sergio Berni y Oscar Parrilli cuestionen airosamente en público los criterios presidenciales? Ya sea en materia de seguridad o en el delicadísimo tema de los supuestos “presos políticos”. En una Argentina que desea superar la pobreza extrema de inmensas capas populares y el imperante desafío de producir para generar empleo digno y desarrollarnos con determinación y dignidad, ciertos comentarios de funcionarios asoman, por decir lo menos, como desubicados e improcedentes. ¿Torpeza, vedetismo o fuego amigo? Esa es la pregunta en danza.
Hay que trascender la nefasta idea de: “Los nuestros, libres; los opositores, presos”. Sólo la justicia atenta, honesta y aceitada debe determinar quiénes quedarán libres y quienes procesados, acorde a los hechos objetivos que llevaron a cabo.
La crisis de la República no admite acciones de “lobos solitarios”, de supuestos miembros de la misma manada política. El fuego amigo es el más doloroso, a la vez que es el más lacerante.
Señalamos estos hechos por la preocupación que genera en los que ya vivimos la Argentina del desencuentro y los enfrentamientos entre hermanos. Mejor es “curarnos en salud” que lamentarnos después. Existen carroñeros merodeando que sólo pretenden personales ganancias.
El General tan amado por generaciones dijo: “Dentro de la ley, todo; fuera de la ley, nada”. Es un tiempo adecuado para recordarlo. Los atajos nos conducen al laberinto de lo incorrecto. Cierto grupo del poder judicial debe perfeccionarse y transparentar su proceder. Esta evolución debe generarse desde dentro del mencionado poder, de la mano de la mayoría de individuos de bien que trabajan en este pilar fundamental del país.
El presidente de la República emprenderá un fundamental viaje a Israel. Ir a Jerusalén el 23 de enero, cuando se conmemora el 75 aniversario del descubrimiento del campo de concentración de Auschwitz, es de suma importancia para luego, el 31 de enero, visitar al Papa Francisco. Allí, entre otras cosas, se decidirá la posible visita de Francisco a la Argentina y se acordará el nombre del embajador nacional ante el estado Vaticano. Israel y el Vaticano, dos necesarios extremos que Argentina necesita conciliar para mostrar una convivencia responsable y ordenada en el marco de nuestros intereses internacionales.
La política mundial es la matriz que forja un claro destino de Nación. Mientras esto sucede, los que arrojan cohetes en los velorios deben guardar la pirotecnia verbal y actuar en la forma más constructiva que imaginen para el bienestar de la gente.
El orden no es represión ni castración de la individualidad. El orden es el majestuoso e indispensable factor que nos permitirá desarrollarnos en justa ecuanimidad.
Casi todo puede esperar un poco, menos los remedios para los jubilados, los alimentos para los que padecen hambre y el empleo para los desocupados. Este es el desafío que debe enfrentar no sólo el señor presidente, sino los funcionarios, políticos y dirigentes de la República.
Honrar el trabajo político es construir soluciones. Significa servir al prójimo con el respeto adecuado. Mucho es lo que está en juego como para tolerar conductas incorrectas de adolescentes de la función pública.
Construir, cimentar, armonizar orden en función del semejante es el irrenunciable objetivo a cumplir con suma celeridad.
Máximo Luppino
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