El luctuoso homicidio del joven Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, a manos de una criminal y cobarde patota, lejos de ser un “punto final” para el horror parece haber recreado en grupos de inadaptados más violencia y deseos de lastimar. El caso de Fernando nos mostró una realidad de violencia, alcohol y drogas que hace tiempo reinaba y como sociedad nos negábamos a asumir.
¿Desde cuándo, para muchos adolescentes y jóvenes, salir les significa pelear y lastimar hasta matar? ¿Cómo fue que se llegó a sentir que arrebatar una vida humana les representa un galardón del cual sienten “orgullo”?
Los auténticos valores éticos quedaron sepultados por las numerosas botellas de alcohol y las drogas de todo tipo. La familia está en una crisis severa. Si perdemos la estructura familiar, la sociedad se encamina a un caos maléfico de difícil recuperación.
Detrás del denso humo de los venenosos porros se encuentra la silueta deforme de la violencia demencial al prójimo.
En los últimos días, en la ciudad de Mar del Plata, más precisamente en Playa Grande, 10 muchachos atacaron a dos jóvenes para sustraerles los celulares y valores mientras los lastimaban ferozmente. Un menor de 16 años fue aprendido. En La Plata, una joven fue reducida a golpes y pateada en el suelo con saña salvaje ya estando desmayada. Un caso similar ocurrió en la ciudad de Batán, donde “muchos” infringieron daño a una sola persona. Los casos se multiplican por cientos en la ciudad de Buenos Aires y en el insondable conurbano de nuestra amada provincia. Los adultos, sin lugar a dudas, tenemos buena parte de responsabilidad de este desastre social que parece acrecentarse en vez de menguar.
Las drogas y el alcohol más el deseo de tener y poseer bienes materiales en forma “rápida”, sin merito mediante, conforman un coctel demoniaco, en el que se eclipsa la luz de la conciencia y la sabiduría de aprender para servir.
Un lapidario informe publicado por el Diario Popular cerca del 20 de Febrero pasado del presente año, nos dice que en provincia y Capital llegan por fin de semana 2000 jóvenes y adolescentes en estado calamitoso de ebriedad y/o drogadicción, de los cuales 10 fallecen. Sí, 10 muertes por fin de semana, sumando los accidentes automovilísticos producidos por las sustancias nocivas.
Como sociedad abogamos por la tolerancia 0 en alcohol y sustancias alucinógenas. El que maneja no debe tener nada de alcohol en sangre. La estricticidad de esta ley, en caso de oficializarse, debe ser rotunda. Así comenzaremos a ordenar nuestras vidas de mano de la responsabilidad.
Cuidar a nuestros adolescentes y jóvenes no significa consentirlos. Todo lo contrario, con amor les debemos exigir conductas rectas y resultados concretos en sus vidas. El premio y el castigo deben reinar. Los adultos debemos saber educar. Querer bien es saber forjar voluntad creciente en la conducta de nuestros jóvenes.
La autoestima tan necesaria para vivir con dignidad se alimenta únicamente de los logros conquistados por nuestra fecunda labor. Sin determinación propia no hay vida digna. ¡Querer es poder! Si queremos algo de verdad trabajaremos con sano ahínco para obtenerlo. Construyamos, desde la más temprana niñez, hábitos positivos de esfuerzo y compasión en los corazones de nuestros infantes.
Sentir placer por dañar y matar son los últimos escalones de la degradación humana.
El camino es servir a prójimo. Ser útiles sembrando sonrisas por doquier.
Un gran desafío nos aguarda como sociedad.
Máximo Luppino
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