El coronavirus no da tregua, flagela impiadosamente a toda la humanidad. Expande su tétrico reinado de dolor y muerte por doquier. La ciencia trabaja incansablemente para descubrir un medicamento que establezca sosiego y curación a tan terrible mal. Mientras tanto, sólo la prevención disciplinada, fruto de una conciencia cívica atenta y responsable, es el refugio indicado donde guarecernos de esta terrible pandemia.
Las recientes experiencias nos muestran que los países que aplicaron pautas de precaución estrictas y claramente definidas lograron frenar significativamente el avance del virus. Es el caso de Corea del Sur. En tanto que naciones que subestimaron la enfermedad se vieron desbordadas por contagios y muerte. Es el caso de nuestra querida Italia.
La responsabilidad ciudadana debe ser aplicada con solidaria responsabilidad. El autoaislamiento social pone límites concretos a la expansión del contagio. Pensar en nosotros mismos es en verdad cuidar a nuestra comunidad, renunciando a una proximidad física que nos asegure salud y bienestar espiritual cumpliendo con nuestro deber de evitar contagiar y ser contagiados.
La interrupción de clases presenciales en educación y los distintos paréntesis laborales decretados en lo largo y ancho de la República, tienen la finalidad de reducir y controlar los contagios. No son vacaciones ni jornadas de recreación, son medidas que buscan descomprimir las aglomeraciones de personas para evitar la expansión del funesto virus. Así es que los irresponsables y egoístas que planearon mini vacaciones para estos días están desoyendo el sentido de fraternidad y cuidado comunal con el cual se desea neutralizar los contagios. La responsabilidad cívica es sumamente necesaria para los duros tiempos que afrontamos.
Horas atrás, cuando nuestros gobernantes anunciaron drásticas medidas sociales con la intención de resguardar lo más posible la salud pública, lo realizaron en un trabajo mancomunado del Presidente de la Nación, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y el Jefe del Gobierno Porteño. Fue una “foto” que mostró coherencia y unidad política ante un mal que aqueja a toda la humanidad. Estos esfuerzos de los más altos funcionarios de Argentina tranquilizaron sobremanera a una población que desde hace mucho tiempo pretende escapar de los sórdidos enfrentamientos frustrantes entre hermanos.
Alberto Fernández afianzó su liderazgo nacional mostrando capacidad de diálogo y manejo certero de las prioridades nacionales. Nuestro gobernador, una vez más, expresó su vocación de construir consensos y “jugar en equipo”, mientras que Horacio Rodríguez Larreta refleja el ánimo de un gran sector de la oposición que destaca el Bien Común antes que los intereses partidarios que suelen ser por demás mezquinos.
Hoy, Macri parece representar una oposición dura y ciega. Mientras que Larreta afianza su liderazgo positivo en Cambiemos, sin olvidar la capacidad de trabajo que siempre ostentó el Jefe del Gobierno Porteño.
La certeza de que Alberto Fernández gobierna para toda la Nación es cada vez más sólida y palpable. Alberto trabaja para mejorar la vida de los habitantes de la patria, Axel y Horacio tocan la misma dulce partitura que el director de la orquesta nacional.
¿Estaremos en los albores de una acción política, profunda y civilizada? ¿Comenzará a partir del dolor del coronavirus un tiempo de esfuerzos mancomunados y solidarios entre argentinos? Todas preguntas impregnadas de FE en las respuestas que deseamos muestren al mundo lo mejor de nosotros.
En estas horas que nos toca vivir, parece que el destino se empeña en mostrarnos cómo las decisiones individuales afectan al conjunto. Se nos ocurre pensar en una exhortación de los cielos a la unidad irrestricta de los conciudadanos.
¡Unidad para enfrentar al coronavirus y para encontrar el sendero que nos conduzca a la grandeza de la Nación Argentina!
Máximo Luppino
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