Queremos ver a nuestros niños y jóvenes no padecer hambre, desigualdad y falta de oportunidades.
Hoy, el hambre y la extrema pobreza son un cuestionamiento insoslayable a una clase política más preocupada por el poder mundano que por el espíritu de servicio.
Más del 50% de nuestros jóvenes están pasando días de necesidad y penuria. Esta Argentina es muy dolorosa. Debemos revertir esta blasfemia social.
Sembrar sonrisas en el fértil corazón de los niños implica asegurarnos la construcción de una sociedad equitativa justa y solidaria. Cuanto más felices los infantes de una comunidad, con mayor cantidad de individuos adultos positivos y honestos contará la Nación.
Enseñemos a nuestros niños el valor del trabajo, el dulce sabor de conseguir con esfuerzo los objetivos trazados. Dar por generosidad y justicia es correcto, fomentar parásitos sociales es maldad absoluta. Un individuo, para ser libre, no sólo necesita pensar por sí mismo, necesita también ganarse con trabajo su sustento y construir junto a sus semejantes un futuro de progreso y bienestar.
La educación como hecho cotidiano que debe comenzar a aplicarse desde el primer suspiro del bebe (quizás antes también) en el seno de la familia debe estar ineludiblemente basada en el AMOR. Primero y sobre todo debemos desarrollar las cualidades del corazón. Esto es humanismo, fraternidad y solidaridad sin distingos, compasión concreta y cotidiana, así estamos cimentando un ser auténtico y útil al desarrollo humano y amorosamente armonizado con el sublime plan divino.
Desde 1945 a 1955, década peronista, se fomentó el cuidado y desarrollo de la niñez. Bien rezaba aquella poderosa consigna: “En la Argentina de Perón y Evita los únicos privilegiados son los niños”. Toneladas de juguetes descendían cual cascada de AMOR a todos los hijos de la patria. Más humildes las familias, más recibían. Así se gestó una sociedad político-cultural que a más de 75 años de su creación continúa hoy marcando los días de la patria. El peronismo es un movimiento profundamente cultural, basado en la filosofía del humanismo y la cristiandad con un definido matiz patriótico y nacional. Aquellas muñecas, pelotas y bicicletas que llegaban a manos de los niños significaban en el lenguaje del ALMA: “¡Te queremos, sos muy importante para nosotros, serás un gran hombre, una gran mujer, confiamos profundamente en vos!” No era política para una elección inmediata, era una gran apuesta a formar generaciones completas en los sagrados parámetros del cariño y el positivismo solidario.
El justicialismo del General y Evita fomentaba el día del niño como un principio cultural educativo, como una auténtica necesidad espiritual para con la patria. En aquellos días de la sonrisa segura y aplomada de Perón y de la abanderada de los humildes, todos los días eran el día del niño. Claro que simultáneamente con los juguetes se llegaba a las familias con un completo plan de vacunación y atención médica, con útiles escolares y libros y sobre todo con empleo para los trabajadores con salarios dignos que contenían posibilidad de ahorro y progreso social. Hoy nos da mucho gusto ver cómo se festeja el día del niño en todos los lugares de la patria como una herencia cultural más de ese peronismo que empapó de sensibilidad afectiva la vida cotidiana de la Nación.
Evita y el general daban a los más pequeños lo que ellos merecían: AMOR y plena atención. Aplicando la generosidad sincera se forjó el movimiento político-social más importante de la patria. Toneladas de mentiras y difamaciones se hablaron y escribieron sobre el justicialismo. Pero aquella bicicleta que arrancó tantas lágrimas de emoción en aquel niño pobre fue millones de veces más poderosa que la más “perfecta falsedad” Es que “Los días más felices de los trabajadores fueron y serán peronistas”. Incluye ineludiblemente el cuidado y protección de los pequeños.
Felicitamos a todas las agrupaciones políticas, escuelas y entidades sociales que recuerdan y fomentan con amor este día del niño que se proyectará como una sempiterna sonrisa en las personas que dan y reciben afecto. Los que despiertan sonrisas en los párvulos son merecedores de la insondable sonrisa de DIOS.
Cuidar a nuestros niños, al igual que a nuestros abuelos debe ser una cuestión de estado de todas las fuerzas políticas de la Nación. Creemos que hacia ese lugar de luz nos encaminamos.
¡Dando es como se recibe! ¡Niño feliz, hombre bueno!
Máximo Luppino
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