LOS QUEMABARBIJOS

lunes, 7 de septiembre de 2020

Los brutos siempre desafiaron la sensatez desde la irreverencia del capricho reñido con la ciencia. Parecería que los necios se animan a toda suerte de tonterías. Sumergidos en el laberinto de la confusión, buscan nadar en el árido desierto, correr sobre un lodoso pantano y rechazando lo evidente ser líderes de un masivo desastre. 


La razón quedó atónita cuando un grupo de personas se dieron cita en el obelisco porteño para quemar sus tapabocas al cántico de “quememos los barbijos”. Los divorciados de la realidad mundial optaron por otorgarles entidad maligna a un elemento de protección personal (más allá del COVID-19), que tiende a evitar contagios cuidando al semejante y a uno mismo. 

Un rotundo sentimiento autodestructivo parece invadir la mente de estos individuos que actúan sufriendo una rebelión obsesiva ante lo irrefutable, operando como víctimas de una adolescencia crónica. 

La tontería no es un antídoto que nos preserva de la enfermedad, más bien es una condición mental que nos sumerge en problemas graves autogenerados por nuestro desconocimiento de lo evidente. Ante un mundo que lucha denodadamente en encontrar una vacuna que nos libre de esta terrible pandemia, mientras la humanidad evita contagios con la distancia social, estos temerarios queman barbijos…

¿Pertenecerán estos singulares militantes de la “sin razón” a los que piensan que la Tierra es cuadrada, o descubrieron indignados que los árboles son los que orinan a sus fieles caninos? 

¿Qué podría salir mal, si en plena curva ascendente de contagios estos imprudentes se agolpan incinerando elementos que los protegen?

El personal sanitario de la Nación está sufriendo una fatiga crónica en su labor plena y denodada. Asisten a sus semejantes hora tras hora, día tras día. Muchos trabajadores de la salud fallecieron en el ejercicio de su santificada profesión, otros, agotados, se encuentran con pocas fuerzas. 

Mientras los médicos, enfermeros y asistentes sanan y cuidan a la población, estos tontos se prestan a ser socios torpes del coronavirus que podrían llevarlos a una muerte temprana tanto a ellos como a sus seres queridos. 

Fiestas clandestinas, agolpamiento borreguil en nombre de la diversión, reuniones de raquíticos psíquicos, más los descuidados de siempre están propagando esta enfermedad que azota el corazón pujante de la comunidad planetaria. 

Nos solidarizamos con los que tienen que trabajar para llevar el sustento a sus familias, con las fuerzas de seguridad toda y sobre todo con el universo de sanitaristas que luchan contra el coronavirus y sufren el desprecio de los egoístas que no ven más allá de su propia vanidad egocéntrica. 

La libertad es un derecho que se gana con responsabilidad social y espíritu de solidaridad plena. 

Esperemos que estos grupos anti-todo, negacionistas crónicos, comprendan que los derechos personales están subordinados a los derechos comunales de la humanidad toda. 

                 Máximo Luppino


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