La posible llegada a nuestras pampas de la Sputnik V, más conocida como “la vacuna rusa”, agitó los retrógrados fantasmas de arcaicos prejuicios ideológicos, vigorosamente enraizados en un sector pacato de nuestra sociedad.
¿Pensarán algunos comunicadores sociales que si a los argentinos nos inmunizan con la Sputnik V comenzaremos a hablar repentinamente el idioma ruso o bailaremos compulsivamente la Chechotka, y además nos tornaremos devotos, por química reacción, al régimen de Vladímir Putin?
La sobredosis de criterios prehistóricos azota nuestra sociedad a través de algunos medios de difusión.
Nada más peligroso que un fanático portador de escasa luces intelectuales. El individuo en cuestión se siente constantemente impelido a exhibir públicamente a viva voz sus particulares creencias. Lo peligroso es si esta persona posee un micrófono o sale en televisión trasmitiendo prejuicios propios a toda una sociedad.
Si eventualmente los argentinos nos aplicáramos la vacuna procedente de Oxford, ¿dejaríamos de saber que las Malvinas son argentinas? Seguramente continuaríamos fieles a nuestras creencias y conocimientos.
En muchas ocasiones se nos ocurre pensar que la obsesión en las ideas obtusas y discriminatorias establece una pandemia mental que mutila la creatividad propia del género humano. Sin creatividad los individuos nos tornamos en grises transeúntes de la historia del planeta que nos tiene que tener como agentes de pujanza y alegría. O sea, forjadores de una sociedad más justa e inspirada en valores celestiales.
En concreto, Argentina y el mundo no saben a ciencia cierta cuál o cuáles serán las vacunas elegidas para combatir el COVID-19. Todo hace pensar que sería más de una inoculación la que la humanidad adoptaría para superar esta lacerante pandemia. A pesar de esto, entramos a establecer ilógicas competencias inadecuadas y totalmente absurdas.
El universo científico vibra en una frecuencia que trasciende por mucho los estériles fanatismos. Así es que cuando una vacuna sea aceptada por la comunidad médica internacional será porque se reconocen las cualidades de prevención inherente en el medicamento establecido, provenga éste de donde sea.
El Coronavirus, como enfermedad, será superado; pero la estupidez y la avaricia que eventualmente nos condujeron a esta pandemia en la forma de conductas destructivas, para con el planeta y el género humano, requerirá de esfuerzos espirituales que modifiquen nuestro pensamiento en la dirección del bien común y la generosidad colectiva.
Si creemos en la capacidad del prójimo de evolucionar y reflejar bondad, estaremos creyendo efectivamente en nosotros mismos.
Mientras los científicos piensan y prueban soluciones químicas a la pandemia, algunos “periodistas” continúan divorciándose de su vínculo con la verdad. Sería adecuado darnos una oportunidad de creer y ver más allá de nuestras narices ideológicas. Los poetas sienten que todo va a mejorar y perciben el perfume dulce de las flores por nacer.
El pueblo sabe que el bien existe y que se está, paulatinamente, imponiendo en el corazón infinito de una humanidad evolucionante.
Máximo Luppino
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