Una profunda indignación sacude a la opinión pública nacional con toda razón. Los dirigentes políticos que el pueblo eligió se erigieron en una élite de privilegiados vacunándose a espaldas del soberano. Los que padecen siguen esperando, mientras las vacunas se colocan discrecionalmente a un grupo de funcionarios y personas del “poder” que abusan con suma bajeza del lugar que ocupan.
¡En vez de servir se sirven! Se “regalan” delicadas confituras de la cocina política otorgadas por las profanas ventajas de la función pública. Mientras, el hambre arrecia en la república.
El “vacunagate” es un escándalo de inmensas proporciones. Sus efectos son aún insospechados. Podría manchar en forma indeleble la gestión completa de Alberto Fernández. Mientras la República cuenta con más de 50.000 fallecidos por la cruel pandemia y grandes masas de ciudadanos aguardan con dramatismo angustiante ser vacunados, las dosis de vacunas son utilizadas por los infames del poder.
El presidente de la Nación echó del poder a uno de sus más dilectos amigos. ¿Alcanzará este rotundo gesto hacia la sociedad para calmar el bochorno? Efectivamente, Alberto le pidió la renuncia a Ginés González García, hasta ayer ministro de la Nación y responsable indiscutido del mayor hecho de corrupción del gobierno nacional hasta la fecha. La laboriosa y eficiente Carla Vizzotti ocupará el lugar de Ginés. Otra etapa esperanzadora comienza en el ministerio.
El destape de este escándalo inadmisible se produjo por los relatos manifestados por Horacio Verbitsky en declaraciones radiales, quien manifestó “pedirle a su amigo Ginés” ser vacunado. Luego de ser inmunizado, Verbitsky, ya con el antídoto en su cuerpo, más relajado, procede a “denunciar”… ¡Estas situaciones parecen un concurso de torpezas y egoísmos mayúsculos, sin saber con qué actitud indignarse en primer término!
El “denunciante” gozó en primer término de un privilegio, para luego tener un “arrebato de periodista responsable” y “denunciar al que él llama su amigo de más de 30 años ¡Con amigos así…!
Los adoquines de la ciudad, cargados de códigos, ética de barrio y arrabal, no manifiestan simpatía por la actitud de Horacio Verbitsky, más bien murmuran el sentimiento de: “Horacio es el peor de todos”...
El vacunatorio vip en la sede del Ministerio de Salud es un sopapo a la democracia, un monumento infame al sistema de privilegios malsanos a los que nos tiene acostumbrados la parte oscura de la política.
La gente está saturada de los distingos de los poderosos y de las infinitas esperas para que al fin las mejoras nunca lleguen.
El Papa Francisco, auténtico ejemplo de apostolado en función de los humildes nos dijo: “¡El verdadero poder es el servicio!” Si la clase dirigente no comprende esta gran verdad estaremos sumergidos en una ciénaga insoportable de reiteradas injusticias. La gente no soportará más estos desalmados episodios.
Aún quedan muchas preguntas flotando: ¿Cuántos privilegiados fueron vacunados a espaldas del pueblo? ¿Cuál fue el criterio utilizado para determinar quién era vacunado y quién no?
¿Existía algún pago o retribución por el “favor otorgado”?
Muchas preguntas deben ser respondidas, junto con una lista completa de los que recibieron los “favores” de un sistema putrefacto.
¡Sin transparencias y con privilegios no hay democracia verdadera!
¡La vergüenza es inmensa y mayor la indignación!
Máximo Luppino
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