Lula, el actual presidente electo de Brasil en elecciones democráticas libres, padeció más de 500 días privado de su libertad. La justicia que lo condenó fue la misma que luego reconoció que Lula era inocente, libre de culpa y cargo. En ese injusto periodo, en que el actual electo primer mandatario de la hermana república se encontraba detenido, fallece su señora esposa y un nieto del actual presidente.
Ya Dilma Rousseff fue destituida de la presidencia de Brasil en arbitrario atropello a la voluntad Popular. Un cambio de partida presupuestaria fue el “delito” que se le señalaba. En concreto, si los señores jueces disponen, podrían no reprender a un eventual depredador del Amazonas o mandar al cadalso sin titubear a un ciudadano por arrojar un papel al suelo. Así de “elástica” puede ser la “justicia” en Brasil como en la Argentina.
Argentina y Brasil padecen de similares penurias y análogos desafíos históricos. Por esto Brasil es un espejo político en el cual nos miramos atentamente.
Claro que la “justicia politizada” tendenciosa, tanto en Brasil como en Argentina para ejercer sus tropelías, cuenta con aliados de tinta, voz e imagen. Esto es decir que poderosos medios de comunicación preparan el terreno para el desembarco de las medidas judiciales que “sacarán del camino” a los que representan una amenaza para sus privilegios. Basta observar en nuestra patria la ferrea reacción corporativa ejercida por el Poder Judicial cuando se quiso igualar a los jueces con las obligaciones que rigen para los demás empleados que tributan el Impuesto a las ganancias. Es decir, en nuestras criollas latitudes, todo asalariado debe tributar ganancias menos los señores jueces.
¡No somos tan iguales cuando de dinero se trata! Según el “sabio” entender de nuestros magistrados.
Hace pocas horas la Justicia Argentina dispuso la libertad de los miembros de Revolución Federal, quienes a viva voz amenazaron de muerte a funcionarios nacionales y más grave aún, participaron de marchas donde arrojaron antorchas encendidas a la Casa Rosada y golpearon vehículos de funcionarios entre otros desmanes ejercidos por estos delincuentes. Sin hacer mención a la estrecha vinculación de este grupo político con el atentado a la vicepresidente de la Nación.
Se encuentran libres los que manifestaron “no fallar en el intento futuro de matar” y proclamar que harían extensivos sus crímenes al señor presidente de la Nación, a otros funcionarios y a periodistas inclusive. Pero con la “doble vara judicial” los extremistas están libres y otros ciudadanos estás presos aguantando el día que llegue su juicio.
En profética actitud de astuta previsión nuestro Martín Fierro sostiene:
«Hacete amigo del Juez
No le des de que quejarse;—
Y cuando quiera enojarse
Vos te debes encojer,
Pues siempre es gŭeno tener
Palenque ande ir á rascarse.»
«Nunca le llevés la contra
Porque él manda la gavilla—
Alli şentao en su silla
Ningun güey le sale bravo—
A uno le dá con el clavo
Y á otro con la cantramilla.»
En concreto, tanto Brasil como Argentina poseen el desafío de encuadrar al poder judicial en el auténtico orden democrático patriótico y popular. Para que los versos de José Hernández sean solo hermosas y poéticas frases de la literatura y no una cruel realidad social para temer.
Con sus 77 años de edad y golpes recibidos por defender sus ideales en favor del pueblo de Brasil y siendo presidente electo, parecen que las fuerzas reaccionarias de las cavernas no desean dejarlo ejercer su mandato otorgado por las urnas. Aún antes de asumir ya están “limando” un poder no ejercido todavía.
El mal es ansioso y no descansa. “Golpea en el piso”, no obedece regla alguna. Sólo acata lo que ellos mismos dictaminan y determinan para imponer su voluntad, que no es otra que mantener privilegios del poder real, que habita a las sombras de la democracia.
Tenemos esperanzas para con Brasil y para con nuestra Argentina. Creemos en la moneda única para Latinoamérica. Nuestro SUR como moneda de defensa de la Patria Grande debe nacer. Al igual que el Banco del Sur, en el que el MERCOSUR sea una realidad concreta.
Máximo Luppino
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